[Relato:] Active a su madre en modo seguro (Presentado al Premio Energheia 2025)

 

Foto de Natalia Sobolivska en Unsplash

Active a su madre en modo seguro

La llamaba madre, pero ella en su pecho no encontraba el calor que otras decían sentir. Aquel silencio pesaba más que cualquier reproche. Lourdes había aprendido a apreciar el mundo desde los ojos de su madre. No era precisamente una elección, sino porque no había otra manera de aguantar en aquella casa. La casa tenía un aroma a metal tibio y desinfectante, como si las muestras de cariño también se hubieran esterilizado. Su madre hablaba poco, pero cuando lo hacía soltaba palabras precisas, como los programas que cargaba en la consola de mantenimiento. Lourdes observaba desde la puerta de su habitación, preguntándose si alguna vez aquella mujer estirada sentía realmente el amor o si en cambio era un protocolo que había aprendido. A veces ella se imaginaba que por las noches, cuando nadie miraba, su madre se reiniciaba frente al espejo, dejando caer la bata blanca al suelo y buscaba entre los pliegues de la soledad algo parecido a una emoción. 

Nunca la vio llorar, tampoco reír. Solo tenía ese gesto neutro entre la eficiencia y el dolor, como si vivir fuera una rutina automatizada. 

Había intentado tener acercamientos: un dibujo, una pregunta sencilla, un abrazo torpe. Pero siempre que lo hacía, la respuesta era una interrupción, un “ahora no, más tarde” dicho sin mucho énfasis. Su madre, cada vez que intentaba empezar una conversación se desviaba para comenzar otra actividad diferente. 

Por desgracia, Lourdes había aprendido a no esperar mucho, dosificando sus intentos de ternura, cómo quien da el oxígeno a una cápsula averiada. Muchas veces se preguntaba si había una secuencia exacta para poder activarla en modo seguro o por lo menos en un modo más allá de esa frialdad emocional. En la soledad de su habitación había llegado a soñar con otra versión distinta: una mujer de voz cálida, manos suaves, que la despertara con canciones de otros tiempos y le diera besos de buenas noches. Alguien que no mirase sus deberes cómo si estuviera examinando un informe técnico y que la abrazara sin motivo aparente. Incluso imaginaba su tacto cómo el de una manta que huele a hogar o incluso cómo un pan recién horneado.

En la mañana, todo volvía a su estado habitual: las paredes seguían con ese blanco pulido y los pasillos continuaban igual de silenciosos. La presencia de su madre seguía siendo cómo un impecable algoritmo que cruzaba toda la casa. 

A pesar de todo, Lourdes persistía. Guardaba sus dibujos en cajas de hojalata que ocultaba debajo de la cama. Para ella eran ofrendas de un altar olvidado, que se juntaban con aquellas frases apuntadas que hubiese querido decirle: “te eché de menos” “¿Como ha ido tu día?” . Dichas frases estaban garabateadas en cuadernos secretos cómo si fueran claves que podrían activar el modo seguro. Su imaginación incluso conservaba los gestos más breves,una mirada que duraba medio segundo más de lo normal, un roce involuntario en la cocina cuando ambas se inclinaban por la misma cuchara—  cómo si fueran artefactos raros encontrados en una civilización perdida. 

Una de las tardes, mientras buscaba una batería, Lourdes abrió un compartimento de uno de los armarios. Dentro todo estaba ordenado al milímetro: había sobres rotulados, discos etiquetados por fechas. Un cuaderno de tapas grises y sin nombre cayó al suelo. En él había anotaciones con trazos irregulares, tenía claro que su madre no lo usaba para reportes y cálculos, aunque entre sus páginas sí había fórmulas. 

Había alguna tachada. Después de las primeras páginas el trazo se volvía cada vez más irregular, eran líneas escritas a la madrugada, cómo si hubiera dudas. 

La muchacha ojeó despacio, las páginas siguientes estaban hechas de frases a medio hacer, preguntas y fragmentos. 

«¿Cómo se dice “te quiero” sin sonar vacía?»

«¿Qué hago si me abraza y no consigo sentir nada.»

No entendía nada. Algunas de aquellas preguntas estaban respondidas con letra apretada, cómo si hubiera furia detrás: 

No se dice, se muestra, pero aún no sé la forma. 

Fingir hasta que deje de notarlo. 

Lourdes no era capaz de comprender lo que estaba pasando. Se quedó inmóvil con el cuaderno en las manos. Aún no sabía si sentía alivio o un nuevo tipo de tristeza más densa y pegajosa. Esas líneas no venían de una máquina, ni siquiera de un prototipo de madre eficiente. Era una mujer atrapada. Alguien que había intentado amar pero aún no lo había conseguido. 

Mientras la tristeza la inundaba, pasó las páginas con delicadeza. En una de ellas había un garabato infantil. En él estaba ella, Lourdes, con dos coletas mal hechas. Su madre había intentado copiar uno de sus primeros dibujos. Debajo decía:

«Lo intenté pero no supe hacerlo. Lo siento.»


[Relato:] Active a su madre en modo seguro (Presentado al Premio Energheia 2025) [Relato:] Active a su madre en modo seguro (Presentado al Premio Energheia 2025) Reviewed by Lucía Garcia on septiembre 13, 2025 Rating: 5

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