[Relatos de Confinamiento] Pérdida de Inocencia

Hola lectores.

Hace unos meses,se me ocurrió una idea, para ponerme a prueba de forma creativa. Por eso os comparto este relato y espero que disfrutéis de su lectura.
16 de Mayo de 1999

El pequeño cadáver empieza a emitir un olor pestilente, le han sustituido los ojos por dos botones de gran tamaño que ocupan la mitad de su rostro. Este caso se aleja de la percepción de la realidad, atentando contra todos los valores morales que se le enseñan a cualquier persona.

¿Quién sería capaz de hacer algo así? Hay que ser desalmado para hacerle eso ¿Con qué motivo se le puede quitar la inocencia a un niño que no ha sido corrompido por la sociedad?

Hace dos días estuve en la casa, en aquella habitación que había sido la escena del crimen sin precedentes. La familia Beiroa no tenía ninguna complicación. Marta y Alberto Beiroa formaban el típico matrimonio con un piso en el barrio más rico de Madrid, dos hijos y un perro.

“La perfección nunca llega a dar la felicidad” pensé mientras miraba el cuerpo, estaba enfundado en un pijama con dibujos de dinosaurios.

Miré los informes que tenía en la mesa del escritorio, con los interrogatorios que le había hecho a la familia, para construirme un relato sobre lo que había pasado aquella noche. Algo se me escapaba, si la familia no había sido ¿entonces quién? Volví a acercarme al cadáver y le cerré los botones porque su mirada me inquietaba. Ya no tenía la piel rosada, sino pálida con moratones.

De repente alguien me interrumpió, era Carlos, mi ayudante. Vestía una gabardina negra y llevaba siempre las gafas apoyadas en la nariz.

-¿Algo nuevo sobre el caso de Lucas Beiroa?

– No sé, las cosas que dice cada miembro de la familia no coinciden entre sí. Tengo la intuición de que todo ha sido inútil porque no era verdad el punto de partida.

Sacó una gamuza de su bolsillo y se limpió las gafas pensativo:

– ¿Crees qué fue el ama de llaves ?

– No puedo decirlo con certeza. Parece una mujer muy educada y según la madre, ama a los niños.

– No sabes su historia, las apariencias engañan.

– Sé que vino de Lisboa a Madrid para trabajar hace quince años. Le pregunté a la madre si que si había tenido quejas de ella o la había visto hacer algo sospechoso con los niños y me dijo que no.

Soltó un suspiro:

– Pobre criatura, le han quitado su inocencia de un plumazo.

– Me parece que le han quitado, algo más que la inocencia- dije señalando con la vista aquellos botones que habían sustituido a los ojos.

16 de Mayo 2019

Volvía de la universidad, hoy era el aniversario de la muerte de mi hermano, y yo sabía que mi madre se había acordado de él y había estado llorando, tenía los ojos hinchados y llenos de ojeras. Ella no había pasado página, yo siempre me he sentido culpable por lo ocurrido aquella noche. Decidí sentarme al ordenador para preparar las clases que tenía al día siguiente. Después de algunos minutos, la luz de la lámpara empezó a parpadear, algo que realmente me hizo temblar.

De repente me giré y le vi. Estaba apoyado en mi mesilla de noche, el ver sus dos botones blancos me hizo propinar un grito. Me estaba volviendo loca ¿qué explicación tenía que viniese aquel recuerdo a perseguirme? Después de 10 años había conseguido olvidar aquella noche, el entierro había sido el final de aquel episodio.

Deseé que fuese una pesadilla con todas mis fuerzas, no quería volver a revivir ese episodio que tanto me atormentaba. Todo se había vuelto gris en mi familia desde que Lucas dejó de existir pero por otra parte no voy a mentir, me alegraba de que se hubiese convertido en mi muñeco, porque siempre que intentaba jugar con él estaba llorando.

¿Qué se hacía en estos casos? ¿Trazar un circulo de sal para que aquel demonio no me persiguiera? No lo tenía claro, quizá eran cosas de mi imaginación, que al recordar su muerte, volvía a tener pensamientos extraños. Mientras decidía no darle vueltas a aquel turbio asunto, fui al baño a desenredarme el pelo. Minutos más tarde ahí estaba, inmóvil como una estatua. Sin duda alguien quería hacerme sufrir, hacerme perder la cabeza. No iba a caer en aquella broma, no sabía quien era capaz de asaltar a tumba de un muerto para poder hacer una gracieta así pero no estaba dispuesta a darle la satisfacción.

Era cierto que mi hermano y yo no nos llevábamos bien, es más cada llanto me suponía un terrible horror de cabeza, así que decidí convertirlo en mi creación, en mi muñeco de feria. Pero tan solo era una niña, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo y nunca le conté a mis padres la verdad. Quizá la presencia del cuerpo, fuese obra de mi monstruo interior que intentaba que pagase por lo que le hice. Me dirigí al salón y cuando encendí la luz pude ver unas letras enormes color escarlata que anunciaban: “Pagaras por lo que hiciste”.

Me pellizqué para ver si aquello era real. Ojala hubiese sido yo la muerta, nunca pensé que aquel recuerdo, 10 años después volvería a arañarme la memoria con tanta fuerza ni que hiciera que me diesen ganas de arrancarme las entrañas. No quería que mis padres se enterasen, había estado guardando ese secreto durante años, por miedo a lo que dijeran o para no hacerles daño. Me ardían las mejillas, cogí el cuerpo que había aparecido en el baño y lo tiré. Cuando volví a mi habitación estaba sentado, al lado de mis cojines, con aquel pijama de dinosaurios con el que había visto su final.

-¿Quién eres? Deja de jugar conmigo

Grité a la nada, porque realmente, estábamos aquella macabra creación y yo en la casa. Lloré, de repente las luces empezaron a parpadear. No quería seguir con ese juego, todo sería un engaño, o al menos de eso quería convencerme porque sino sabría que acabaría muerta.

– ¿Qué quieres?- Grité- Por favor, dejame en paz, he estado todo este tiempo arrepintiéndome de lo que hice.

El miedo me recorría como una araña las piernas, abracé mis rodillas y escondí mi cara entre ellas intentando pensar, las luces seguían parpadeando y cambiando de tonalidad. De repente se oía una música extraña y una luz potente provenía del salón. Caminé hacia el salón, no sin antes haberme desecho otra vez de aquel cadáver y observé las grandes llamaradas, cuyo origen estaba en la chimenea. Intenté llamar a la policía, aunque no se si sería capaz de salvarme de aquella escena tan surrealista.

– La linea está cortada- Intenté seguir el cable de electricidad, pero parecía que lo habían cortado. Las luces pararon y me pareció ver una silueta a los pies de la chimenea, quizá también fruto de las ilusiones que poblaban mi mente. No sabía que hacer, estaba sola ante el peligro. Las gotas de tinta que estaban en la pared caían, provocando un ruido que me ponía los pelos de punta.

Me escondí debajo de la mesa, pensando que era una cobarde por no haberlo dicho antes, ahora sabía que se acercaba mi fin. Pude oír un ruido, provenía de mi ordenador.

Soy una asesina, ahora tenía claro que había robado el alma de un pobre inocente, por culpa de mi egoísmo, o por culpa de que él no quisiese jugar conmigo. Mi hermano ahora era un monstruo, una especie de Frankenstein que yo había creado y había abandonado a su suerte. “Por favor, intentaré ser mejor persona, no me mates” me repetía a mi misma mientras lloraba. Salí de mi escondite y corrí hasta mi habitación para apagar el ordenador. Todo el miedo que sentía, hacía que me temblasen las piernas al caminar, Llegue al ordenador mediante tropiezos y pude ver un mensaje en la pantalla “He venido a vengarme. Tú me mataste con tu egoísmo”

Lloré con más fuerza, no podía más. Toda aquella situación sobrenatural se escapaba de mi entendimiento ¿Sería posible que mi hermano hubiese vuelto de la tumba para cobrarse mi vida? El niño me miraba, pero esta vez algo había cambiado en su expresión, haciendo que de sus comisuras saliese una sonrisa tan macabra que hizo que se me erizasen los pelos de los brazos por debajo del jersey.

– Por favor, qué esto pare ya, haré lo que quieras

“He venido a por ti” dijo el niño con una voz muy grave y masculina “Tú me has hecho esto, tú debes pagar por ello” De repente vi aparecer el aspirador y me subí a la cama para evitar que fuese a por mi ¿Todo esto era obra suya? Supongo que es lo que pasa cuando le arrebatas la inocencia a un infante, cuando corrompes su alma.

Quería acabar con eso, el aspirador seguía dando vueltas intentando buscarme. El niño monstruoso, me miraba con una sonrisa de oreja a oreja. Me di cuenta de que las llamas cubrían las cortinas de mi habitación, aquella criatura sobrenatural quería acabar conmigo, dijese lo que dijese, sería mi perdición. La línea de teléfono estaba cortada, por lo que no tenía a nadie que pudiese sacarme de aquella encrucijada. “Quizá tenga razón, quizá debo morir” Me sequé las lágrimas con el brazo y deseé que todo aquello fuese una broma estúpida de mi mente, que ese niño vestido con un pijama de dinosaurios y botones en vez de ojos, no hubiese existido nunca. Así mi mente estaría tranquila.

“No puedo más” empecé a temblar

– Ambos sabemos que quien debe morir eres tu, o acaso no te arrepientes de lo que me hiciste. Me pegabas patadas cuando papá y mamá no miraban. Mira lo que me hiciste, le quitaste los ojos a tu muñeca y me convertiste en un títere. ¡Muere! ¡El mundo está mejor sin una asesina como tú!

Las lagrimas volvieron a reavivarse en mis mejillas y decidí que era hora de acabar conmigo, ya no creía en Dios, la misa la que mis padres me llevaban no me había servido para nada si había sido capaz de cometer semejante atrocidad.

Tenía razón no merecía vivir, no quería hacerlo porque pesaría en mi conciencia el haber cometido esa fechoría, acabar con la inocencia de un niño pequeño ¿En qué cabeza cabía la posibilidad de hacer eso?

Con un movimiento automático, como si estuviese poseída, cogí las tijeras que guardaba en la mesilla de mi habitación.

– Eso servirá- dijo aquella voz masculina que daba vida al niño- Ambos sabemos que mereces morir, cuanto antes, para acabar con tu sufrimiento.

La tijera brillaba en aquella estancia de luz escasa, cada vez me parecía una idea más certera el acabar con mi vida, aunque mi parte racional no paraba de decirme que no lo hiciese. Llevé la tijera a mi muñeca y propiné un corte pequeño. La sangre empezó a caer poco a poco, haciendo que se formasen pequeños charcos en las sábanas de lino. Empecé a marearme, intenté levantarme pero caí al suelo. Las lágrimas decoraban mis mejillas como si fuesen pequeños cristales. No tenía que vivir, era un ser despreciable. Me levanté como pude mientras el niño reía impasible con lo que estaba ocurriendo. Todo había acabado, sabía que aquel era mi fatídico destino. Por mi mente no dejaban de pasar imágenes de mi infancia, aquella situación me dejaba sin aliento, me quitaba cada ápice de energía que me quedaba en el cuerpo.

¿En qué momento mi alma se había vuelto tan oscura, tan atormentada? El humo que provenía de las cortinas del salón llegó hasta mi nariz.

– Ya has hecho sufrir a todo el mundo ¿Estás contenta? Es culpa tuya, todo esto es culpa tuya.

Mi mente en estos momentos era como un colador, me creía todo lo que me decía. Había hecho daño a mis padres quitando la vida a su hijo. No creo que si confesara me perdonasen, así que sí, el mundo sería mucho mejor sin mí. Solo recuerdo ruido al caer por la ventana.
[Relatos de Confinamiento] Pérdida de Inocencia [Relatos de Confinamiento] Pérdida de Inocencia Reviewed by Lucía Garcia on mayo 02, 2020 Rating: 5

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