[Relatos propios:] Una cita dura de pelar

Una cita dura de pelar 




El mundo de las citas no es lo mismo cuando tienes 30 que cuando tienes 20. La gente de esta última edad (o por lo menos la que yo me he encontrado) solo piensa en hombres que tienen una berenjena  enorme o una tableta de chocolate digna de un Ken de la Barbie. Mis amigas me habían aconsejado (o más bien exigido)  adentrarme en el mundo de las webs de citas: Winder podría parecer normal. Adopta un bro para aquellos que querían esculpir sus músculos como si fuesen chocolate fundido. 

— Por favor, bajo ningún concepto te metas en Fachaboo si no quieres perder la dignidad que te caracteriza.

 Nada más decir esto, Rita soltó una sonora risotada. No sé como podía estar con Marcos (o con cualquier chico en general) , su risa era cómo la de una ardilla teniendo un accidente.

 — Déjala, con 32 años Rebeca es mayorcita para saber lo que le conviene— contestó Marta quitando hierro al asunto— Además, si da buenos meneos ¿Qué más da? Hay que darse alegrías de vez en cuando.

 Al final, refunfuñando por culpa de las ideas de bombero que tenían mis amigas, decidí meterme a Winder, puesto que parecía la que más encajaba conmigo. Tardé unos minutos en rellenar el repertorio de preguntas. Sentí que había dado toda mi información, solamente les faltaba preguntar que grupo sanguíneo era. Algo parecido me había pasado con Workadin el portal donde tuve que buscar empleo cuando acabé mi vida universitaria. 

— No, por dios, no te pongas esa fotografía— Marta me robó el teléfono— Pareces mi abuela de

 noventa años.

 — No tengo otra.

 — Eso significa.. ¡Quedada de chicas!

 Las dos estaban gritando al unísono como dos pavos. Las quería, pero consideraba que me merecía el cielo por aguantarlas. 

Llegamos a la casa de Rita en pocos minutos. Ni siquiera me permitieron dejar el abrigo. Me  peinaron y me maquillaron. También me guiaron a la hora de vestirme. A decir verdad, los brillos  nunca habían sido mi fuerte y además con ese vestido se podía ver incluso lo más oscuro de mi  alma. 

— Mírate al espejo, estás preciosa

Sinceramente, me veía cómo si fuera una coliflor sin cocinar. Al igual que no me dejaron poner el  abrigo en algún sitio de la casa, tampoco me dejaron decir nada. Me habían rizado el pelo como si  llevara un repollo en la cabeza. 

— Chicas, os quiero mucho de verdad… pero creo que este no es mi estilo. 

— Pero… si estás preciosa— comentó Rita con una expresión triste.

 — Quizá tenga razón—  sentenció Marta—  Parece una copia de ti

 Rita bajó la cabeza apenada aunque poco a poco fue cambiando su semblante. 

— Bueno… quizá me dejé llevar.  Tenéis razón, lo siento. 

Me suavizaron el maquillaje todo lo que pudieron para que no pareciese una puerta y me hicieron

 las fotos. Pasaron meses hasta que tuve mi primera cita ¿Cómo fue? Bueno, queridos lectores, mejor que lo leáis vosotros.  El tío se llamaba Thiago, tenía 37 años y era tres años mayor que yo. En un primer momento su  perfil me llamó la atención: no había ninguna foto en la que intentase ser un Ken impresionando impresionando con una tableta de chocolate frente a un espejo. Era biólogo marino, un punto a su favor ya que a mi me fascinaba todo tipo de fauna. 

La cena fue tranquila, le dejé elegir (Rita me había dado ese consejo pero no sé si hice bien la verdad) y me llevó a un Portugués. Ambos pedimos bacalao con patatas fritas paja y una botella de vino para compartir.  Él era más de tinto fuerte, yo de rosado semidulce… nos costó un poco llegar a un término medio.  Parecía muy firme en sus ideas. No había viajado fuera, pero con argumentos vagos me dijo que no  era necesario. Todo lo que se podía pedir, estaba en España. 

¿Todavía existe gente con esa mentalidad? Terrible… Posiblemente España tuviese lo mejor de lo mejor, pero también había mucha gastronomía  que yo quería probar. Con cada argumento que daba en las conversaciones tenía la sensación de estar hablando con mi tío lejano al que no veía desde hace bastante tiempo. No era santo de mi devoción pero como mis padres me llevaban a casa de mi abuela por navidad, había que aguantarlo. Era un hombre suavon, de esos que te daban besos e intentaban cogerte de la nuca incluso aunque no quisieras. Si te descuidabas, encima te llevabas una torta. 

— y bueno… ¿Cómo te llamabas?

 Media hora y aún no se había aprendido mi nombre. Creo que esta cita iba a ser dura de pelar. 

— Rebeca.

 — Eso, Rebeca— dio un sorbo a su copa de rosado— ¿Qué quieres que hagamos ahora? Podemos

 ir a mi casa…

 No dejaba de mover su presuntuosa melena como si de un famoso se tratara. Si decía que no, me

 quedaba sin plan, así que decidí lanzarme a la aventura. 

— Está bien.

 — Jefe, la dolorosa. 

Ambos montamos en su Seat Sparrow. Conducía bien, era bastante suave aunque  también se enfadaba cuando había incompetentes en la carretera. 

Es posible que fuese culpa del vino y no del chico que tenía delante. Ambos comenzamos a  besarnos de manera fogosa. Subimos las escaleras, intentando no caernos. Tampoco habíamos bebido tanto como para tener accidentes en escalones. Me enseñó su habitación. Estaba excesivamente ordenada, como si supiera que alguien iba a ir sí o sí. 

Te estarás preguntando cómo besaba. Bien, pues te lo voy a describir porque si lo sufro yo, tú también. ¿Sabes el momento en el que un caracol echa baba para marcar su territorio? Efectivamente, el vino había hecho muy bien su trabajo. A pesar de las nauseas que me estaban dando, aguanté cómo una campeona, pensando que quizá fuera el néctar.  Parecía que Thiago a pesar de ser un hombre rudo y varonil guardaba muchas sorpresas y en los lugares más insospechados. La traca final de la fiesta llegó cuando se quitó los pantalones. No, aquello no fue para bien. De repente un recuerdo apareció en mi mente como si se tratara de un portal a otra dimensión. Me transporté a aquel verano en el que por mi cumpleaños llevé a mis compañeros al parque de atracciones y me quedé sin globo por culpa de la chica que me caía mal en el colegio. Pensé que por lo menos habría hecho crecer a  la voluptuosa berenjena de dieciséis centímetros que tenía entre sus pantalones y que había descrito en nuestras conversaciones pero… ¡aquello estaba más desinflado que el globo que desapareció mi cumpleaños! 

Eso sí que fue duro de pelar.

[Relatos propios:] Una cita dura de pelar [Relatos propios:] Una cita dura de pelar Reviewed by Lucía Garcia on agosto 05, 2024 Rating: 5

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