Buenos días, buenas tardes, buenas noches lectores.
La premisa de hoy es automoción y vengo a hablar del Carro de Helios.
El dios del sol Helios montaba un carro que le transportaba por el cielo durante el día, y por la noche lo hacía bajo el océano en una copa fabricada por Hefesto. Este carro estaba, en inicio (Homero) tirado por toros solares . Con posterioridad, serían cuatro caballos alados: Flegante, Aetón, Pirois y Éoo . El mito más conocido relacionado con este objeto es aquel que implica a Faetón, hijo de Helios (y en otras versiones de Apolo) que tomó prestado el carro de su padre sin conocer el nombre de los caballos, y finalmente se precipitó hasta morir, concretamente en el Río Erídano
El relato que traigo se llama El día que Faetón tocó el sol y dice así:
Cada amanecer, Helios despertaba al mundo con el resplandor de su carro dorado. Tirado por cuatro caballos de fuego —Pirois, Eoo, Aetón y Flegón—, surcaba el cielo desde el oriente hasta el ocaso, llevando la luz sobre mares y montañas.
Pero un día, su hijo Faetón le rogó conducir el carro, ansioso por probar su divinidad. Helios, con el corazón dividido entre el amor y el temor, le advirtió: “Ni los dioses se atreven a desafiar el curso del Sol”. Aun así, Faetón tomó las riendas.
Al principio, el carro ascendió con majestad. La tierra despertó bañada en oro. Pero pronto los corceles sintieron la falta de la mano divina y se desbocaron. Se acercaron demasiado al suelo: los ríos se secaron, los bosques ardieron. Luego subieron en exceso: los campos se cubrieron de escarcha. El mundo tembló bajo un caos de fuego y sombra.
Desde el Olimpo, Zeus lanzó un rayo certero. El carro se detuvo, Faetón cayó envuelto en luz, y el cielo guardó silencio.
Cada atardecer, Helios mira el horizonte con tristeza. Aun guía su carro, pero en el resplandor del sol poniente se percibe, apenas, la sombra de un hijo que quiso tocar el día.
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