Buenos días, buenas tardes buenas noches lectores.
En el día de hoy toca Apocalipsis en el twitchtober y quisiera hablar de Tifón, un dios primitivo.
En la mitología griega, Tifón Tifeo, Tifoeo o Tifaón (en griego antiguo Τυφών Typhôn, Τυφάων Typhaôn, Τυφωεύς Typhôeus o Τυφώς Typhôs, de τῦφος typhos, ‘humo’; en latín Typhon) es una divinidad primitiva relacionada con los huracanes. Fue el hijo disforme de las deidades primordiales conocidas como Gea —la Tierra— y Tártaro, el cavernoso vacío inferior. De carácter «terrible, violento y malvado», Tifón era descrito como un dios monstruoso y nadie podía oponerse a su prodigiosa fuerza.Arrojaba pedruscos ardientes contra el cielo y amenazaba a los mismos dioses.Se trata una criatura de inmenso tamaño, con rasgos de dragón (‘serpiente’) y que tenía un aliento de fuego. Instigado por la Tierra desafió a Zeus para derrocar su gobierno pero este le fulminó con un rayo. Zeus le puso encima el monte Etna y por eso se dice que este monte todavía arde a día de hoy.
En el día de hoy tengo un poema que se titula Tifón del Fin y espero que os guste.
Ruge el cielo, desgarrado por relámpagos sin nombre,
la mar levanta su vientre como un dios furioso,
y el viento, convertido en profeta, grita la ruina
de todo lo que alguna vez creyó ser eterno.
El tifón avanza —ojo de cólera y juicio—,
arrasando las ciudades como si fueran ceniza de un sueño.
Las torres se doblan ante su aliento,
los templos tiemblan, las oraciones se disuelven en espuma.
En su centro hay un silencio tan vasto
que podría ser el oído de un dios dormido,
o la pausa entre el último latido del mundo
y la primera palabra del olvido.
Los mares devoran costas sin memoria,
los ríos se desbordan de arrepentimiento,
y el fuego, seducido por el caos, danza
sobre la piel abierta de la tierra.
Todo se une en un clamor sin rostro:
las bestias, los hombres, los cielos, las raíces,
una sinfonía de destrucción y retorno.
Porque el tifón no destruye —revela—,
no mata —despierta—:
trae en su furia la promesa de un comienzo,
la semilla ardiente del fin del tiempo.
Y cuando el último trueno se extinga,
solo quedará el eco,
respirando,
como un dios que aún decide si perdonar.
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