Buenos días, buenas tardes, buenas noches lectores.
Hoy día 25 tenemos la premisa de Diosas y hablaremos de Artemisa, una de las diosas que más me gustan.
Hija de Zeus y Leto (diosa madre traída de Asia Menor). Hera intentó impedir su nacimiento pero finalmente este tuvo lugar en Delos . Tras nacer, ayudó a alumbrar a su hermano Apolo. Apolo, Artemis y Leto forman la tríada de Delos. Se la considera producto de la helenización de una antigua diosa de la fecundidad, emparentada con Cibeles. Su templo principal en la Antigüedad se encontraba en Éfeso .
Las representaciones más primitivas la reflejan a veces con alas, y acompañada de varios animales. En las imágenes clásicas la vemos vestida hasta los pies, sin embargo con el tiempo llevará una vestimenta por las rodillas. Se la representa, además, con arco, flechas y carcaj. Su animal consagrado es un corzo o una cierva .
Pertenece al grupo de diosas vírgenes y castigó a aquellos que trataron de evitar que así fuese, como los gigantes alóadas, de quienes huyó convirtiéndose en cierva, o Acteón, que fue devorado por sus propios perros (por intentar aprovecharse de la diosa, o bien por vanagloriarse de ser mejor cazador que ella). Otra que sufrió la ira de Ártemis fue Calisto, fiel acompañante hasta que Zeus la asaltó transformado en Ártemis. Al descubrir que estaba embarazada con el tiempo, la diosa la convirtió en una osa .
Ártemis tiene también una fuerte conexión con la luna , así como Apolo lo tiene con el sol. Por lo que es relacionada con Selene, y también con Hécate.
Hoy experimentamos con la conexión de artemisa con la luna.
Artemisa, la que caza la luna
Entre montañas plateadas y bosques eternos,
camina Artemisa con el arco del amanecer en las manos.
Su mirada, fría como el reflejo del agua en la noche,
vigila los senderos donde los dioses no se atreven a pisar.
Nacida del rayo y la pureza,
hermana del sol y amante de la luna,
ella corre descalza sobre la hierba húmeda,
seguida por ciervos blancos y sombras obedientes.
Su cabello brilla con el resplandor de los astros,
sus flechas no matan: liberan.
Cuando hiere, no busca sangre,
sino equilibrio, justicia y respeto por lo sagrado.
Los hombres la temen porque no se entrega,
las mujeres la invocan porque no se somete.
Es guardiana de las doncellas,
reina de lo indómito,
voz de lo salvaje que habita en cada corazón que arde.
Cuando la noche se cierne y el mundo calla,
su silueta se dibuja entre los árboles,
y la luna, su eterna compañera,
se inclina ante ella como una hermana menor.
Entonces, el bosque respira su nombre,
y todo lo vivo recuerda
que la libertad tiene rostro de diosa y olor a tierra mojada.

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